Validez ecológica

En las ciencias del comportamiento, la validez ecológica se utiliza a menudo para referirse al juicio de si las variables y las conclusiones de un determinado estudio son suficientemente relevantes para su población (por ejemplo, el contexto del «mundo real»). Autores como Brewer afirman que este uso está vinculado al significado original de Brunswik, que aboga por un «diseño representativo». Sin embargo, la preocupación de Brunswik era si los entornos de prueba y extrapolación coincidían en términos de correlaciones entre indicios, y no una noción más general o de realismo. Quienes utilizan este sentido alterado de la validez ecológica no lo fundamentan en ninguna concepción estadística de la generalidad de los hallazgos a través de los entornos ni en afirmaciones estadísticas relacionadas con la validez metodológica de un estudio (es decir, las inferencias realizadas sobre las variables estudiadas). Esencialmente, la validez ecológica es un comentario impresionista sobre la fuerza relativa de las implicaciones de un estudio para la política, la sociedad, la cultura, etc., más que sobre las inferencias relacionadas con las variables dadas. Se trata de un juicio subjetivo de similitud como el que conlleva la heurística de representatividad de Tversky y Kahneman.

El significado original de la validez ecológica la define en sentido estricto como una propiedad de los estímulos en los experimentos de percepción. «La validez ecológica» refleja la correlación en el mundo real entre un indicio y algún criterio.