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On octubre 1, 2021 by adminLa «salud» es un concepto positivo y multidimensional que implica una variedad de características, que van desde la capacidad hasta la integridad, desde la aptitud hasta el bienestar. Según el primer principio de la constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS) «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades» (1). Esta constitución fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en Nueva York en junio de 1946; fue firmada en julio de 1946 por los representantes de 61 Estados y entró en vigor en 1948. Esta definición clásica y septuagenaria de la OMS se considera hoy en día histórica y se erige como un hito fundamental en la trayectoria diacrónica que se inicia, en la medicina occidental, con la definición de salud propuesta por la Escuela Hipocrática (2).
El médico griego Hipócrates de Cos (460-ca.377) es considerado el padre de la medicina en el mundo occidental y el fundador de una escuela según la cual el cuerpo humano se mantenía como un contenedor de cuatro líquidos, los llamados humores. La sangre, la flema, la bilis negra y la bilis amarilla eran estos humores, y la salud estaba constituida por el estado de equilibrio de estas sustancias. A su vez, la enfermedad era la condición de su desequilibrio (3). La salud, tal y como se formalizó en el marco conceptual de la Escuela Hipocrática, era una concepción filosófico-naturalista que, sin embargo, tenía consecuencias prácticas relevantes y duraderas. En efecto, dado que la sangre, por su ubicación y composición, era el único humor que podía recogerse de forma segura, la sangría se convirtió en los siglos V-IV antes de Cristo en la intervención «terapéutica» universal aplicada para restablecer la buena salud en el caso de una posible enfermedad. Esta secuela práctica de la idea teórica griega clásica de la salud ha permanecido decisivamente activa durante muchos siglos; de hecho, a principios del siglo XX en muchos prestigiosos hospitales europeos la sangría seguía considerándose la piedra angular del tratamiento de diversas patologías, desde la neumonía hasta la tuberculosis. Incluso la consolidada tradición médica occidental de administrar purgas y eméticos a los enfermos encuentra su motivación conceptual en la teoría humorística hipocrática (4).
En el transcurso del Renacimiento (siglos XIV-XVIII) otros conceptos de salud fueron propuestos por ilustres médicos y eruditos. Según el médico y alquimista germano-suizo Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, conocido generalmente como Paracelso (1493-1541), la salud humana residía en la correspondencia armónica entre el microcosmos del ser humano y el macrocosmos de todo el universo. Paracelso no sólo atribuía las causas de las enfermedades a diferentes entidades -la ideal, la espiritual, la natural, la venenosa y la planetaria-, como escribió en su «Opus Paramirum» (1531), sino también a los principios identificados en el azufre, el mercurio y la sal (5). En el caso de las patologías, y para restablecer el estado de salud filosófico-físico, Paracelso recetó remedios derivados de la alquimia y sugirió la amplia aplicación del concepto de similitud como principio curativo (la famosa idea de «similia similibus» – «las cosas deben ser tratadas con cosas similares») (6). Todavía en el siglo XVI, el médico y astrónomo italiano Girolamo Fracastoro (1478-1553) propuso una visión innovadora de la salud y la enfermedad. A partir de la observación de las numerosas y graves enfermedades infecciosas de su época, Fracastoro planteó la hipótesis de que las patologías estaban determinadas por la transmisión de «seminarios» («semillas» de la enfermedad) que se propagaban de los enfermos a los sanos por contacto directo o por medio de objetos personales (7). La idea de estos «seminarios», precursores a todos los efectos de los gérmenes y microbios modernos, fue elaborada específicamente por este médico y geólogo italiano a través de su amplia consideración de la frecuente y devastadora aparición de la sífilis (8). Los conceptos de salud y enfermedad identificables en los trabajos de Fracastoro anticipan, según algunos historiadores de la medicina, la moderna evaluación «epidemiológica» de las patologías (infecciosas) en las grandes poblaciones.
En el siglo XVIII los conceptos de salud y enfermedad fueron desarrollados y enriquecidos por otros notables estudiosos privilegiando, en diferentes países europeos y en diversos ámbitos culturales, las visiones «anatómicas» o «fisiológicas» de la materia (9). El médico y anatomista italiano Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) consideraba que la buena salud era el estado de integridad clínico-anatómica del organismo humano. Ilustre clínico y patólogo, consideraba la enfermedad como la alteración anatómica de uno o varios órganos del cuerpo humano, que había descrito con precisión como consecuencia de cientos de disecciones realizadas personalmente (10). Sobre bases «fisiológicas», el médico escocés John Brown (1735-1788), propulsor de la teoría de la «excitabilidad» de la medicina, era de la idea de que la salud humana dependía de la sana interacción entre la excitabilidad interna propia del cuerpo y los numerosos estímulos externos, que denominó «poderes excitantes», a los que los organismos humanos están sometidos y a los que deben responder (11). En consecuencia, Brown subdividió las enfermedades en función de su capacidad para ejercer una influencia sobreestimulante o subestimulante sobre el cuerpo humano (12). Cabe recordar al profesor de medicina y biólogo suizo Albrecht von Haller (1708-1777), considerado uno de los fundadores de la fisiología experimental, y su obra maestra de 1766 «Elementa physiologiae corporis humani» (13). En el contexto de la salud y la patología humanas que investigó en términos fisiológicos, proporcionó una descripción completa de la facultad perceptiva característica de las fibras nerviosas, que se convirtió en su famoso concepto de «sensibilidad», y aportó una descripción de la capacidad muscular contráctil provocada por la irritación («irritabilidad») (14, 15).
En el siglo XIX se profundizó en las ideas de salud y enfermedad basadas en la investigación fisiológica y anatómica. «Desde el punto de vista fisiológico, el filósofo y fisiólogo francés Claude Bernard (1813-1878), considerado pionero de la aplicación de los principios de la experimentación a las ciencias de la vida, elaboró el concepto de «medio interno» («milieu intérieur») de los organismos, que condujo a la posterior comprensión de la homeostasis humana (16). Bernard no consideraba la salud y la enfermedad como entidades rígidamente separadas, sino, por el contrario, como dos de los componentes de un espectro continuo, que se funden el uno en el otro (17). «Desde el punto de vista anatómico, fue en el siglo XVIII cuando el nivel de investigación orgánica de Morgagni se profundizó mediante el estudio de los componentes de los órganos, es decir, los tejidos y, más significativamente, mediante la investigación de los componentes singulares de los tejidos, es decir, las células. Fue precisamente en el contexto de las células donde la prestigiosa escuela anatómica alemana situó, en el siglo XIX, las raíces de los conceptos de salud y patología humana, identificando en las células alteradas los puntos desencadenantes de las enfermedades (18). Uno de los principales representantes de esta escuela, el patólogo Rudolf Virchow (1821-1902), debe ser recordado por sus estudios pioneros sobre una serie de procesos patológicos, investigados científicamente a nivel celular.
En el transcurso del siglo XX, por un lado el estudio de las células normales y patológicas dejó espacio a la consideración de los componentes subcelulares, y la medicina se hizo cada vez más molecular y submicroscópica; por otro lado, una renovada atención global al ser humano, tanto sano como enfermo, dio origen a definiciones sinérgicas y multifacéticas de la salud (y la enfermedad). Un ejemplo es precisamente el de la OMS presentado al principio de este texto, que muestra cómo se tuvieron en cuenta no sólo los rasgos físico-anatómicos, sino también los mentales-psicológicos y los sociales-funcionales.
El progreso de las ciencias médicas en el siglo XIX fue explosivo, con muchos logros nuevos y originales que condujeron a un cambio de paradigmas clásicos en varias áreas biomédicas (19,20), entre las que cabe recordar la amplia epistemológica que trata de los propios conceptos de salud y enfermedad. En consecuencia, incluso el histórico concepto de salud de la OMS se ha convertido a su vez en objeto de discusión científica y bioética, demostrando que el fascinante recorrido por las nociones de salud y enfermedad, cuyos hitos fundamentales se han propuesto brevemente, sigue en marcha.
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