Parejas de poder en la mitología griega
On diciembre 9, 2021 by adminLa mitología y la historia griegas están llenas de extraordinarias parejas de poder y trágicos amantes. Algunas son recordadas por sus duraderos romances, mientras que otras se definen por sus trágicas caídas, pero hay algunas parejas famosas que han revelado la cara más cruel y tormentosa del amor.
Zeus & Hera: La relación rocambolesca
Zeus, el rey de los dioses del monte Olimpo, tuvo muchas relaciones pero fue su hermana, Hera, la que quiso que gobernara a su lado como su esposa. Hera, la diosa del matrimonio y del parto y la gobernante del cielo, decía que no cada vez que Zeus le proponía matrimonio. Conocía muy bien el pasado de Zeus y no le interesaba la propuesta. Zeus siguió proponiéndole matrimonio durante cientos de años, recibiendo cada vez un «no» de Hera. Finalmente, ella aceptó ser su esposa. La boda de Zeus y Hera fue la primera ceremonia formal de matrimonio, tuvo lugar en el Jardín de las Hespérides y fue una gran ocasión.
Desde entonces, Zeus y Hera mantuvieron una relación inestable, causada sobre todo porque Zeus se involucró y se enamoró de otras mujeres. Constantemente tenía aventuras con diosas, ninfas y mortales. Hera se volvió extremadamente celosa y pasó gran parte de su tiempo en el Olimpo espiando a Zeus y planeando una venganza si descubría que Zeus pasaba tiempo con otra mujer. Tenía un carácter violento y se desvivía por castigar a las mujeres y a los hijos que Zeus engendraba. Y también era muy vanidosa. En una competición sobre quién era «la diosa más bella», Hera se enfadó mucho porque el título fue para Afrodita. Como fue Paris de Troya quien eligió a la ganadora, la reacción de Hera condujo a la Guerra de Troya.
Clitemnestra y Agamenón: La venganza es un plato que se sirve frío
Clitemnestra era una hermosa reina casada con el poderoso rey de Micenas, Agamenón. Sus problemas comenzaron cuando Agamenón aceptó ayudar a su hermano Menelao a recuperar a su infiel esposa, Helena, y dirigir un ejército de griegos contra Troya, donde ella había encontrado refugio con su amante Paris. Sin embargo, los vientos eran desfavorables y su flota, reunida en la costa, no pudo navegar hacia Troya. Un oráculo le dijo entonces que, si no sacrificaba a su hija Ifigenia a la diosa Artemisa, los vientos no soplarían. Impulsado por su feroz sed de guerra, Agamenón hizo enviar un mensaje a su hija anunciándole que se casaría con el gran héroe Aquiles y se le pidió que llegara a la costa para la boda. A su llegada, la pobre Ifigenia fue sacrificada. Clitemnestra nunca perdonó a Agamenón por su terrible acto. Tomó como amante al primo de su marido, Egisto, y ambos gobernaron Micenas mientras él estaba en Troya. Tras el final de la guerra, Agamenón regresó triunfante a Micenas con una joven princesa troyana, Casandra, como trofeo y nueva amante. Poco sabía que estaba destinado a morir a manos de su propia esposa mientras tomaba su baño caliente, su sangre dibujando la delgada línea entre la venganza humana y el juicio divino.
Odiseo &Penélope: La pareja poderosa que todos quieren ser
Hacía 20 años que Odiseo había abandonado su palacio, pero todavía su esposa Penélope tenía alguna esperanza de que volviera, aunque la mayoría lo creía muerto. Muchos pretendientes habían venido a cortejar a «la viuda». Penélope los disuadió con una estratagema, convenciéndolos de que esperaran hasta que ella terminara un sudario funerario para Laertes, el padre de Odiseo, que tejía de día y deshacía en secreto por la noche. Así consiguió engañarlos durante tres años. Mientras esperaban, los pretendientes se convirtieron en huéspedes no invitados del rey, comiéndole la casa y el hogar. Pero entonces se descubrió la treta de Penélope y los pretendientes exigieron una decisión. A ella se le ocurrió otra treta, un concurso de tiro con arco. Se casaría con quien pudiera ensartar el arco de Odiseo y dispararlo a través de 12 hachas. El arco había pertenecido al arquero Eurito, nieto de Apolo, y ella esperaba que nadie pudiera manejarlo.
Uno a uno los pretendientes lo intentaron, pero ninguno pudo siquiera tensar el arco y mucho menos disparar una flecha con él a través de las hachas. Entonces uno de los mendigos que estaba acostumbrado a alimentarse de las sobras que dejaban los pretendientes preguntó si podía probar su mano. Los pretendientes se rieron, pero se asombraron al verle encordar el arco con facilidad y disparar a través de las doce hachas. El mendigo dirigió entonces su arma hacia los pretendientes y les disparó uno a uno. Penélope miró la carnicería. «¿Significa esto que ahora debo casarme con un mendigo?», preguntó. «No soy un mendigo», dijo él, «sino Odiseo, tu marido».
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