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On noviembre 5, 2021 by adminSólo un tercio de los pacientes que padecen fibrilación auricular (FA) -una de las arritmias más comunes- la consideran un problema de salud grave, según una encuesta realizada en 2009 por la Asociación Americana del Corazón. Sin embargo, como este trastorno puede provocar el estancamiento y la coagulación de la sangre, eleva considerablemente el riesgo de sufrir un ictus.
Para combatir esta posibilidad, a los enfermos de FA se les suelen recetar anticoagulantes, pero las ideas erróneas de los pacientes sobre los riesgos asociados a su enfermedad hacen que muchos eviten estos medicamentos que salvan vidas. Otros pacientes no pueden tomar anticoagulantes debido a problemas inherentes a la coagulación o a otros factores de riesgo, como los antecedentes de caídas.
«Resulta sorprendente que de todos los pacientes con FA que deberían recibir un tratamiento anticoagulante, sólo la mitad tome realmente anticoagulantes», dice Hugh Calkins, director del Servicio de Arritmias Cardíacas del Johns Hopkins.
Sin embargo, existen opciones no farmacológicas que también pueden reducir significativamente el riesgo de ictus de un paciente con FA. Hace décadas, los cirujanos cardíacos descubrieron que si cerraban el apéndice auricular izquierdo (AAI) -una cavidad en forma de manga de viento en la pared muscular de la aurícula izquierda que recoge la sangre y drena hacia el corazón- mediante grapado, atado y otros medios, el riesgo de ictus del paciente se reducía a la línea de base.
Más recientemente, explica Calkins, han salido al mercado tres dispositivos de implante cardíaco que ofrecen medios más seguros y fiables para lograr el mismo objetivo, y cada opción ofrece ventajas e inconvenientes distintos. Para hacer las mejores recomendaciones de tratamiento con estos dispositivos, el Johns Hopkins inició el Programa de Oclusión de la Apendicie Auricular Izquierda para ayudar a evaluar qué opción es la óptima para cada paciente. Aunque muchas instituciones ofrecen al menos una de estas opciones, añade, el Johns Hopkins es una de las pocas que ofrecen las tres.
El primero de estos dispositivos implantables, el WATCHMAN, es el único que actualmente está aprobado por la FDA para la oclusión de la OI. Tiene la forma de un pequeño paraguas y se administra a través de un catéter para bloquear la abertura de la OI. Sin embargo, este dispositivo sólo es adecuado para pacientes cuya OI tenga un tamaño y una forma determinados, afirma Calkins. Además, los pacientes deben tomar anticoagulantes durante varias semanas después de la intervención, lo que descalifica a quienes tienen problemas de coagulación y otros riesgos.
El segundo dispositivo, el AtriClip, se implanta mediante técnicas mínimamente invasivas. Los cirujanos colocan este clip con forma de horquilla en la base de la OI, impidiendo la entrada de sangre. Aunque no se necesitan anticoagulantes después de la intervención, Calkins señala que el método mínimamente invasivo descalifica a algunos pacientes que se han sometido a una cirugía cardíaca previa, debido a que el tejido cicatricial puede dificultar la implantación.
El tercer dispositivo, el LARIAT, es un bucle de entrega de sutura implantado con catéter que ata la OI. Aunque este procedimiento tampoco requiere anticoagulantes postoperatorios, no es adecuado para los pacientes cuyas OI son muy grandes o están en determinadas posiciones.
La única forma de determinar si un paciente con FA es apto para uno de estos dispositivos es acudir al Johns Hopkins para una cita, dice Calkins. Allí, añade, un equipo multidisciplinar -que incluye expertos en imagen, electrofisiólogos, cardiólogos intervencionistas, cirujanos cardíacos y otros- examinará al paciente y determinará las mejores opciones.
Una vez colocado uno de los dispositivos, señala Calkins, ya no es necesario el uso permanente de anticoagulantes para tratar las consecuencias de la fibrilación auricular: «Estamos orgullosos de poder ofrecer estas opciones tan liberadoras a nuestros pacientes».
Para saber si sus pacientes son aptos, llame al 443-287-3471.
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