La fisiología de la audición
On noviembre 15, 2021 by adminLa audición es el proceso mediante el cual el oído transforma las vibraciones sonoras del entorno externo en impulsos nerviosos que se transmiten al cerebro, donde se interpretan como sonidos. Los sonidos se producen cuando los objetos que vibran, como la cuerda pulsada de una guitarra, producen pulsos de presión de moléculas de aire que vibran, más conocidos como ondas sonoras. El oído puede distinguir diferentes aspectos subjetivos de un sonido, como su intensidad y tono, detectando y analizando diferentes características físicas de las ondas. El tono es la percepción de la frecuencia de las ondas sonoras, es decir, el número de longitudes de onda que pasan por un punto fijo en una unidad de tiempo. La frecuencia suele medirse en ciclos por segundo, o hercios. El oído humano es más sensible y detecta con mayor facilidad las frecuencias de 1.000 a 4.000 hertzios, pero, al menos para los oídos jóvenes normales, toda la gama audible de sonidos se extiende de unos 20 a 20.000 hertzios. Las ondas sonoras de frecuencia aún más alta se denominan ultrasónicas, aunque pueden ser oídas por otros mamíferos. La sonoridad es la percepción de la intensidad del sonido, es decir, la presión que ejercen las ondas sonoras sobre la membrana timpánica. Cuanto mayor sea la amplitud o la fuerza de las ondas, mayor será la presión o la intensidad y, por tanto, el volumen del sonido. La intensidad del sonido se mide y se comunica en decibelios (dB), una unidad que expresa la magnitud relativa de un sonido en una escala logarítmica. Dicho de otro modo, el decibelio es una unidad que permite comparar la intensidad de un sonido determinado con un sonido estándar apenas perceptible para el oído humano normal en una frecuencia del rango al que el oído es más sensible. En la escala de decibelios, el rango de audición humana se extiende desde 0 dB, que representa un nivel casi inaudible, hasta unos 130 dB, el nivel en el que el sonido se vuelve doloroso. (Para un análisis más detallado, véase sonido.)
Para que un sonido se transmita al sistema nervioso central, la energía del sonido sufre tres transformaciones. En primer lugar, las vibraciones del aire se convierten en vibraciones de la membrana timpánica y los huesecillos del oído medio. Éstas, a su vez, se convierten en vibraciones del fluido dentro de la cóclea. Por último, las vibraciones del fluido establecen ondas viajeras a lo largo de la membrana basilar que estimulan las células ciliadas del órgano de Corti. Estas células convierten las vibraciones sonoras en impulsos nerviosos en las fibras del nervio coclear, que los transmite al tronco del encéfalo, desde donde se transmiten, tras un amplio procesamiento, al área auditiva primaria de la corteza cerebral, el centro último del cerebro para la audición. Sólo cuando los impulsos nerviosos llegan a esta zona, el oyente es consciente del sonido.
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