Colección excesiva
On septiembre 23, 2021 by adminLa caza de ballenas
La caza de ballenas ofrece un ejemplo de recolección excesiva que es interesante no sólo por sí mismo, sino también por demostrar lo mal que se ha protegido la biodiversidad incluso cuando tiene valor económico. Los primeros balleneros probablemente capturaron sus presas cerca de la costa. Las ballenas francas eran las ballenas «adecuadas» para capturar porque son grandes y se mueven lentamente, se alimentan cerca de la superficie y a menudo en la costa, flotan en la superficie cuando son arponeadas, y tenían un valor comercial considerable por su aceite y sus barbas (ver hueso de ballena). La ballena franca austral (Eubalaena australis), por ejemplo, se ve a menudo en bahías poco profundas y protegidas en Sudáfrica y otros lugares. Este comportamiento haría de cualquier gran suministro de materias primas un objetivo muy tentador. Los balleneros casi habían exterminado las especies del Atlántico Norte de la ballena franca del norte (Eubalaena glacialis) y la ballena de proa (ballena franca de Groenlandia; Balaena mysticetus) en 1800. Lograron exterminar la población atlántica de la ballena gris (Eschrichtius robustus). Los balleneros pasaron entonces a especies más difíciles de matar, como la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) y el cachalote (Physeter macrocephalus).
Las guerras napoleónicas dieron un respiro a las ballenas, pero con la paz de 1815 llegó una oleada de balleneros al Océano Pacífico, inspirados por las historias de James Cook y otros exploradores. Los primeros balleneros llegaron a las islas hawaianas en 1820, y en 1846 la flota había crecido hasta casi 600 barcos, la mayoría procedentes de Nueva Inglaterra. La captura en cada viaje ballenero era de una media de 100 ballenas, aunque un viaje podía durar hasta cuatro años.
A finales del siglo XIX, los barcos de vapor sustituyeron a los de vela, y los arpones explosivos lanzados con cañones sustituyeron a las lanzas lanzadas a mano. La nueva tecnología permitió a los balleneros matar lo que hasta entonces habían sido las ballenas «equivocadas»: especies de natación rápida como la ballena azul (Balaenoptera musculus) y el rorcual común (B. physalus). Los balleneros mataron casi 30.000 ballenas azules sólo en 1931; la Segunda Guerra Mundial dio un respiro a las ballenas, pero las capturas de ballenas azules aumentaron a 10.000 en 1947. Le siguió el rorcual común, cuya captura anual alcanzó un máximo de 25.000 ejemplares a principios de la década de 1960; luego vino el rorcual común (B. borealis), más pequeño, que nadie se había molestado en matar hasta finales de la década de 1950, y finalmente el rorcual aliblanco (B. acutorostrata), que los balleneros siguen cazando a pesar de una moratoria internacional en vigor desde 1986 que pretende frenar la caza comercial de ballenas.
La historia de la caza de ballenas es, en resumen, el rápido agotamiento y a veces el exterminio de una población tras otra, empezando por las especies más fáciles de matar y avanzando hacia las más difíciles. El hecho de que las ballenas sean económicamente valiosas plantea la pregunta obvia de por qué no se ha intentado capturarlas de forma sostenible.
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