Aceptar una realidad que se siente inaceptable
On diciembre 19, 2021 by adminEn este momento, está ocurriendo algo que es muy difícil, algo que definitivamente no queremos como parte de nuestra vida: esta pandemia. No queremos que sea nuestra realidad y, sin embargo, está claro que todos nuestros deseos de que no sea así no han hecho nada para que no sea cierto. Como siempre ocurre: Pelea con la realidad, la realidad gana.
Y así se me ocurrió (brillantemente) que éste podría ser un momento propicio para practicar la aceptación, justo ahora que detestamos esta realidad en particular. Y también, que podría ser un buen momento para entender mejor lo que significa cuando decimos (normalmente con demasiada despreocupación) simplemente aceptar lo que es, estar con ello, no luchar contra ello y todas las demás expresiones que tenemos para este proceso tan desafiante y misterioso.
Cuando investigo una idea o una práctica, me gusta empezar por lo que la cosa no es. En este caso, ¿cuáles son los mitos y conceptos erróneos sobre la aceptación que se interponen en nuestro camino para poder hacerlo?
Mito nº 1: Estamos de acuerdo con lo que ocurre. Podemos estar de acuerdo con ello.
El mayor malentendido sobre la aceptación es que significa que estamos bien con la cosa que estamos aceptando, que de alguna manera nos hemos puesto cómodos y a bordo de esta situación que no queremos.
La realidad: La aceptación no requiere que estemos bien con lo que estamos aceptando. No implica que ahora queramos lo que no queremos. No incluye que nos sintamos bien o en paz con lo que estamos aceptando. No significa que ahora estemos de acuerdo con ello.
Mito nº 2: La aceptación significa que dejamos de intentar cambiarlo.
Creemos que aceptar lo que es es sinónimo de estar de acuerdo con la pasividad, de renunciar al cambio, de renunciar a todos los esfuerzos por hacer las cosas diferentes. Aceptar es decir que estamos de acuerdo en que esta situación va a durar siempre. Es decidir taparnos la cabeza.
Realidad: La aceptación no significa suspender los esfuerzos por cambiar lo que es. No implica que renunciemos a que la realidad sea diferente. La aceptación tiene que ver con el ahora y no tiene nada que ver con el futuro. Además, la aceptación no es un acto de pasividad, sino un acto de sabiduría, de aceptar comenzar nuestros esfuerzos desde donde realmente estamos y considerando lo que realmente es.
Mito nº 3: La aceptación es un fracaso.
En nuestra cultura, la aceptación es para los mansos, para los perdedores. Es lo que hacemos cuando hemos fracasado en todo lo demás. Vemos la aceptación como una elección sin opción, un final desempoderado y deprimente para una batalla perdida.
La realidad: La aceptación no es un acto de fracaso. Puede, con la comprensión adecuada, experimentarse como un acto de valor. Es para aquellos que tienen la fuerza de enfrentarse a la verdad y dejar de negarla. Puede ser, de hecho, un primer paso en un proceso de auténtico éxito y movimiento.
Entonces, si no son los mitos, ¿qué es eso que llamamos aceptación? ¿Qué significa realmente aceptar lo que es o dejar de luchar con la realidad? Y, ¿es alguna vez realmente posible (quiero decir realmente posible) aceptar lo que es cuando tanto no queremos lo que es?
Para empezar, quiero desechar la palabra aceptación porque lleva consigo muchos malentendidos. En lugar de preguntar ¿puedo aceptar esto? prefiero: ¿Puedo relajarme con esto? O, ¿puedo estar con esto tal y como es? O, ¿puedo aceptar que esto es así en este momento? Estas indicaciones parecen más factibles teniendo en cuenta lo que asociamos con la aceptación. Porque el hecho es que algo dentro de nosotros nunca aceptará por completo o estará de acuerdo con lo que no queremos, y esa parte de nosotros también necesita ser incluida en este proceso.
Relajarse con lo que es significa que también nos relajamos con la parte de nosotros mismos que está gritando «no» a la situación. Significa que hacemos espacio para el no querer en nosotros. Así que aceptamos la situación y también el rechazo feroz de la misma al mismo tiempo. No nos pedimos a nosotros mismos que nos deshagamos de la resistencia; esa resistencia es nuestra amiga. Está ahí para protegernos de lo que no queremos. Así que aceptamos y permitimos la situación negativa y también, el odio a ella.
En segundo lugar, la aceptación consiste en reconocer que esta situación particular está ocurriendo realmente. No significa que nos guste, que estemos de acuerdo con ella o que dejemos de intentar cambiarla, simplemente significa que aceptamos que realmente es así. El elemento primordial de la aceptación es abrirse a la realidad tal y como es, no a lo que sentimos sobre ella, sino a que realmente es así.
Con la situación que está ocurriendo ahora, estoy practicando la relajación con la realidad de que no tengo una respuesta a esta situación y nadie la tiene. Estoy aceptando que esta pandemia es lo que es y que quiero que sea diferente. Ambas cosas son ciertas; la práctica de la aceptación ahora mismo consiste en dejar que todo eso sea, y seguir siendo capaz de respirar… profundamente.
Lo cómico es que nuestra negativa a aceptar lo que es implica una lucha contra lo que ya es. Lo que combatimos ya está aquí. Nos negamos a permitir lo que ya está permitido. Visto así, nuestra negativa a aceptar la realidad tiene una especie de locura.
Cuando practicamos la aceptación, sólo estamos diciendo una cosa: sí, esto está sucediendo. Eso es todo. Y paradójicamente, ese sí nos libera entonces para empezar a cambiar la situación o cambiarnos a nosotros mismos en relación con ella. Como decía un buen amigo, la situación cambiará o tú cambiarás, pero el cambio se producirá. Gastamos tanta energía luchando con el hecho de que esta situación está ocurriendo que no aplicamos nuestra energía e intención más útil a lo que queremos o podemos hacer al respecto. Nos quedamos atascados en una discusión con el universo o con quien sea, de que esto no debería estar sucediendo, todo lo cual es energía que se va por el desagüe. El hecho es que es así, y la aceptación nos permite al menos empezar a hacer lo que sea necesario desde donde estamos.
La aceptación del ahora es un paso profundo y poderoso. Requiere un inmenso coraje, para ser honestos sobre dónde estamos. Y, la voluntad de sentir lo que es realmente cierto, que puede ser insoportable, pero es mucho más útil que negar lo que ya sabemos o argumentar que la verdad no debe ser la verdad. Relajarse con lo que es pone fin al fútil y agotador argumento de que no es así como se supone que debe ser, Y lo más importante, nos permite seguir con el negocio de vivir la vida en los términos de la vida.
Cuando aceptamos lo que es, lo que incluye nuestro «no» gutural a ello, nos damos permiso para unirnos a nuestra vida, para experimentar el momento presente tal y como es. Nos permitimos dejar de luchar con la realidad, que es agotadora e inútil. Es contraintuitivo y, sin embargo, supremamente sabio; cuando estamos dispuestos a decir sí a esto que no queremos, sí, esto es así lo quiera o no, algo primario en nosotros se relaja profundamente. Podemos exhalar; el engaño que hemos estado llevando a cabo ha terminado… por fin. Lo curioso es que siempre hemos sabido lo que es verdad y es a nosotros a quienes hemos tratado de engañar en nuestra no aceptación. Aceptar lo que es nos ofrece el permiso de ser por fin auténticos con nosotros mismos, de estar plenamente en nuestra propia compañía. Cuando podemos decir acepto que esto es así -incluso si lo odio y no sé qué hacer al respecto- entonces podemos al menos estar en la verdad, que en última instancia, es el lugar más empoderador, valiente y de amor propio desde el que crear nuestra vida.
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